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Fiorella Zamora: “No entiendo qué me ven, si soy la chica más normal que existe”



Dieciocho. Eso tenía cuando firmó su contrato con Unitel. Pero jamás pensó quedarse. La televisora boliviana la acogió durante varias temporadas de Calle 7 y vio en ella un gran potencial. Es por eso que no la soltó y la ha ido preparando para hacer de Fiorella Zamora una gran estrella de la pantalla.

Fiorella y la timidez


Nunca fue parlanchina. No era de esas que soñaba con ser una gran diva de la TV como Susana Giménez o una conductora respetada como Patricia Janiot. Pero sí, siempre sintió curiosidad. Quería saber qué se sentía estar en esa ‘caja’ llena de luces y con mucha gente ahí adentro como hormiguitas.

Cuando el ‘canal rojo’ lanzó la convocatoria para la primera entrega de Calle 7, ella ni siquiera se enteró. Y para el siguiente llamado los comentarios corrieron por los pasillos del colegio Don Bosco. Entonces se animó. Se miró a sí misma y estaba con su mamá haciendo fila en la estación televisiva. Fueron horas y horas de espera, pero valieron la pena porque la aceptaron.

Sus ojos verdes vieron pasar las temporadas 2, 3, 4, 5 y 6. Su nombre se hizo popular entre la gente y su rostro risueño se convirtió en su gran sello. Todo eso “sin querer”, porque no había planificado nada. En el reality show nunca hubo nada arreglado con ella -según Fiorella- y si tenía que llorar, lo hacía por impotencia de sus fracasos en la competencia.

Eso de llorona y tímida lo tuvo desde niña. Y fue un trauma, una frustración que logró superar con el tiempo. En la sexta entrega de Calle 7 sufrió de pubalgia y tuvo que detener todo. El canal la llamó para que ingresara a la T7, pero no quiso hacerlo. Solo deseaba concentrarse en sus estudios universitarios (se prepara como Comunicadora Social). Así llegó el ‘ascenso’.

Fiorella y las redes sociales


Un día le dijeron que sería parte del Team Calle 7. Pero otro día la ‘empujaron’ a la conducción de espectáculos de Telepaís. Fue de un rato para otro. Y eso significó una ‘revolución’ en su vida. Por suerte ya había pasado clases de oratoria, baile y actuación en el mismo canal, y le habían enseñado lo que era el lead de la noticia.

Se negó aceptar su nuevo rol. “Me quería morir (cuando me lo propusieron)”, expresa. “¡Ni loca!”. Fue lo que pensó. Se comportó como una niña caprichosa que lloraba por seguir con su mamadera. Pero era ya un hecho. Esa primera vez le pusieron un vestido elegante, la sentaron ante la cámara, le dieron unos leads, les dijeron que los lea y le gritaron: “¡Al aireee!”. Y fue pasando el tiempo. Aún se complica un poco con el teleprónter, pero cree que ha ido evolucionando. Después saltó a la revista La batidora.

Muestra de su éxito emergente es la aceptación que tiene en las redes. Es una de las conductoras con más seguidores en Facebook (cerca de 300.000) y en Instagram (150.000). No tiene Twitter ni Snapchat. Niega ser la ‘chica de las redes sociales’ y admite que no sabe tanto de ellas. Y se sorprende por la cantidad de personas que le escriben por inbox.

Su fama -que ella también niega- ha ido creciendo a tal punto que tiene cerca de 1.000 chats sin leer en su WhatsApp. Hay de todo. Desde los niños que solo quieren intercambiar un saludo hasta los que buscan sacarse una selfi con ella. Una vez, para su cumpleaños, hubo un fan que llegó de La Paz a la universidad para entregarle un obsequio. Eso la ‘mató’.

Por otro lado, están las empresas que la quieren como imagen o los papás que le escriben en Facebook para darle el sermón de la vida. O los chicos que le envían cartas. Las tiene absolutamente todas.

Fiorella y otras cosas

No bolichea, prefiere la casa. No habla de política ni de religión. Es católica, pero tiene sus propias ideas sobre Dios y las cosas. Está en contra del aborto y de la prostitución, apoya al movimiento LGBT.

Le gustaría ser alcaldesa de Porongo, porque es un pueblo que adora demasiado. No sueña ni con la corona del Carnaval ni con la del departamento. “Me veo como un hombrecito, no como una miss”, añade.

Se casará a sus 27 (hoy tiene 22). Tendrá 12 hijos. ¡Sí! ¡Muchos! Eso de tener una casa ruidosa con chicos correteando, es lo suyo. Y comprará una vaca, aunque sea una locura. Lleva dos años de relación con el modelo Guilherme Ducatti y se declara enamorada de él. “Es un chico centrado”, cuenta. A otro ser que adora es a su madre Miriam Fernández. Sufre de ‘mamitis’.

Sabe comportarse en público. Y ha estado fuera de las polémicas. Si alguien le pide una foto, accede. “No perdés, ganás”, indica. Admira a Florencia Bertotti y a Natalí Justiniano, su mentora. Dice que no será la nueva Anabel Angus. “Tenemos rumbos diferentes, pero también la admiro”, opina.

Es una chica responsable: “Me exijo demasiado, soy una persona que le gusta que todo salga bien y si no sale bien, se frustra”. Prefiere vestirse “normal” sin nada de pilchas. “A la universidad voy como me levanto”, revela. Eso, de ser natural, va con ella. No le gusta mostrarse muy sexi en la tele o en una foto, pero adelanta que esa mujer que todos esperan está en proceso. Otra vez, no es famosa pero admite: “No entiendo qué me ve la gente, si soy la chica más normal que existe”. ¿Lo cierto? Que va rumbo a ser una estrella.


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