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Cecilia Bellido Ávila: “Quería una familia de verdad, y me llegó”


El romance comenzó con una poesía, pero no tuvo nada que ver con un hombre. Cuando Silvana Cecilia Bellido Ávila cumplió 15 años, en su casa no había plata ni para fiesta ni para regalo.

Su madre le preparó una poesía, la publicó en EL DEBER y la leyó en radio Sudamericana, en un programa de música folclórica que a Cecilia tanto le gustaba; pero había dejado de bailar porque no podía costear ni los trajes.

Ese maternal detalle bastó para que los dueños de la emisora quedaran intrigados y pidieran conocer a la quinceañera. Cecilia los visitó y su voz los enamoró. Una poesía comenzó su idilio con el Periodismo, que nunca pensó ejercer, pero que la ayudó a salir adelante, apoyando a su madre y a sus dos hermanos cuando su papá los había dejado solos.
Hoy, la periodista por vocación, la que heredó el acento gaucho de su madre (se le escapa cuando no está frente a las cámaras), es conductora en Red Uno, tiene un programa radial en Marítima, está casada desde hace cinco años con Rubén Paz, tiene dos hijos, Mariano (15) y Rubén Darío (3) y un vínculo con su familia a prueba de terremotos y enfermedades.

¿Por qué la pasaron tan mal económicamente?
Mi mamá es argentina y se vino siguiendo a mi papá cuando yo tenía siete años. Vino sin nada, un día mi padre dijo ya vengo y nunca regresó. Todos le decían volvé a tu país, pero es una mujer de carácter fuerte, con una tenacidad bárbara; no quería volver con una mano adelante y otra detrás, sabía que aquí tendríamos más oportunidades y empezó a trabajar duro.

¿Qué edad tenías?
Mi padre empezó a desaparecer cuando yo tenía 11 años, pero el momento crítico fue a los 14. Vi sufrir a mi mamá, soñaba con ser abogada para ayudar, hasta imaginé ser bailarina porque amaba el folclore, pero jamás se me cruzó por la cabeza que sería periodista. Me gustó, me permitió ayudar a mi familia y empecé a amar la profesión; espero que se note con tantos años de vigencia.

¿Tu papá nunca volvió?
Sí, de año en cuando aparece. Los padres son los padres, de hecho estuvo en mi matrimonio. Se lo pedí a mi mamá y si hay algo que valoro de ella es que nunca en la vida me habló mal de él. Después de muchos años volvió, siempre soy yo la que trata de que todo esté en orden, en paz, y lo llamé por teléfono. Aprendí que cada quien responde por lo que hace y uno no es quién para juzgar. Lo quiero, es mi padre.

¿Fuiste mamá joven y soltera?
Tuve a Mariano a los 20 años. Sería egoísta si dijera que lo crié sola. Mi hermano menor, Federico, tenía 16 años, era un niño, fue su padre, su hermano y ahora es su mejor amigo; él ni siquiera había salido del colegio y me ayudaba con mi hijo; obviamente mi mamá y mi hermana también me ayudaban con él. Hasta ahora, cuando tomo una decisión sobre Mariano, respeto lo que ellos dicen, les consulto, porque es hijo de ellos también.

Yo siempre decía que no me llamen madre soltera, sino independiente. No me gustaba ese título, yo dije este niño merece tener una familia, no quería que lo críe una niñera, por eso decidí quedarme en casa de mi mamá.

¿Mariano ve a su papá?
Como que la historia se repitió. No, pero no fue por algo que yo dije o hice, nunca le hablé mal de su padre, como hizo mi madre con nosotros, pero las actitudes hablan por sí mismas. Hay hombres y hombres, a algunos el amor por los hijos se les acaba cuando termina el amor por la madre y eso es duro, me dolió más porque Mariano era un bebé.

¿No guardás rencor?
Para nada, pero sí tengo algo que es feo en los seres humanos, el olvido, yo cierro la puerta para siempre. No guardo rencor porque los errores se cometen de a dos, no me puedo victimizar, pero pienso, Mariano es tan buen chico, tiene unos sentimientos tan puros que uno se pregunta cómo alguien puede alejarse de él. Son cosas que pasan y Dios me premió de otra manera.

Tu mamá estuvo enferma. ¿Qué tenía?

Casi nunca lo mencionamos por respeto a ella, tenía mieloma, es un tipo de cáncer, pero milagrosamente ya está bien, porque era difícil por su edad. Cuando nos dieron el diagnóstico nos caímos, fue un baldazo de agua fría porque nunca se quejó. Sus tres hijos decidimos llevarla a Argentina y gracias a Dios no nos faltó dinero, y también gracias a la fuerza de ella. Tiene tanta fortaleza interior que nos sacudió y nos hizo pelear a la par de ella.

Te casaste a los 30 ¿Te costó tener una pareja fija?

No es que me costara. Con los años me volví exigente y mi embarazo a los 19 años no fue lo mejor. Hoy las mentes son más abiertas, pero aquella vez sentí que ocasioné un dolor muy grande a mi mamá y a mis hermanos porque yo era la mayor, el ejemplo. Decidí dedicarme a Mariano por completo, al trabajo, me acerqué mucho a Dios. Dije no quiero probar, quiero una persona que me ame, pero no de la boca para afuera, quería una familia de verdad. Mis amigas me decían te vas a oxidar y yo les decía va a llegar, y gracias a Dios llegó.

¿Cómo supiste que era el indicado?
Porque soy yo con él, nunca me ha mirado con otros ojos, como la Cecilia de la tele; desde el principio me respetó la relación familiar, mi forma de ser, nunca me quiso absorber. No es muy detallista, pero desde el primer momento me mostró quién era y esa naturalidad me enamoró, me hizo sentir como en casa.

Tu trabajo exige estar al día. ¿Cómo ves Santa Cruz?
Veo una ciudad que crece en descontrol. Amo Santa Cruz, no hay otra ciudad para vivir, pero no la queremos y eso me frustra, por elementos mínimos hacemos que las cosas desencadenen en tragedias, como lo que pasó con Sophia. Hay que amar a esta ciudad para darse cuenta de que está creciendo mal. No culpo a nadie, ni a la Policía, porque he salido con ellos en situaciones en las que exponen sus vidas, sé cuánto ganan, sé lo que viven. Hay un problema estructural, de abajo hacia arriba y viceversa, todos somos responsables. Cruzamos los brazos y nos acostumbramos a vivir así; aquí hay mucho compadrerío.

¿No perdiste la sensibilidad con los años?
Es como el médico, no podés llorar en la mesa de operaciones. Aprendí a contener las lágrimas por profesionalismo, salgo y me derrumbo a veces, pero llego a mi casa y todo es perfecto, no puedo contaminar y dañar a mi familia


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