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Milena Fernández:“Nadie está preparado para afrontar un divorcio”

Recién cumplió 40 años y aparenta tener muchos menos. Su vida aventurera y su alma viajera son su elíxir de la juventud, pero no está atravesando uno de los mejores momentos.

Apenas cerró el capítulo de Oruro, por el que la Alcaldía de esa ciudad le inició un proceso judicial que tuvo fuerte repercusión en los medios, ahora la presentadora del programa turístico Brújula se encuentra en pleno divorcio de Vicente Arze, su compañero por 16 años, esposo por siete, y padre de su hijo menor, Nicolás (6).

¿Cuándo comenzó tu problema familiar?

Desde septiembre de 2013, esas circunstancias adversas e injustas del problema de Oruro afectaron mi entorno familiar, mi pequeña gran familia, que estaba conformada por mi hijo mayor, Fernando (18), Nicolás, y Vicente. Nos separamos en esa fecha, pero pasamos la Navidad juntos, viajamos para intentar restablecer la relación, no fue lo ideal hacerlo en un viaje. Ahora estamos en divorcio.

¿Qué pasó?

Mi hijo mayor se cansó de ver a su madre encerrada en su cuarto, sin buscar otra ayuda que no sea la de Dios, porque en la del hombre dejé de creer, ya que hubo muchas traiciones, incluso de mis propios abogados. Con tanto dolor, desaliento y traición, en ese proceso me sentí desolada, sentí que todos se hicieron a un lado por impotencia, porque nadie podía ayudarme; los abogados decían que nada podía hacerse y eso repercutió en mi vida personal. Quizás me puse intolerante e intolerable y mi familia se cansó. Es de ahí de donde vienen las diferencias, en momentos difíciles como ese. Uno cree que todos tienen que darle la razón y bancarse el dolor. A mí me herían las acciones de Vicente, y a él le hería mi silencio, me metí en mi propio mundo y creo que eso también lastimó.

¿Estás segura de que el problema de Oruro fue tan decisivo?

Fue lo decisivo. Mi separación es atípica, no está enmarcada en los cánones de los divorcios en esta sociedad porque no existió ni desamor, ni infidelidad, traición o escándalos, fue una decisión madurada con el sufrimiento de los 18 meses que duró el proceso iniciado por lo de Oruro.

¿No hay vuelta atrás ?

En esta sociedad casarse y divorciarse es una rutina, pero yo me casé para siempre. Me duele mucho, la gente se vuelve cómoda y yo no nací para dejar que el viento me lleve, mi padre siempre me enseñó a ser una guerrera en el buen sentido de la palabra, pero lo que venga después solo depende de Dios. Nadie está preparado para el divorcio, los hijos menos, ni para una pérdida. Mi hijo menor es muy despierto para su edad, me pregunta por qué tenemos dos casas y no una, para nadie es fácil.

¿Salió ya la sentencia del divorcio?

No sé cuándo acabará, están en vacación judicial y mi abogada se está haciendo cargo, me protege de todo. No he ido a una sola audiencia y creo que eso ayuda mucho a que yo no esté completamente devastada y siga en pie.

¿Qué significó para vos lo de Oruro?

No quiero hablar más de ese tema, el 28 de noviembre del año pasado desperté de una pesadilla en la que no quise dormir. Yo ya solté ese ancla, perdoné, pero transitar por Bolivia me muestra carencias y yo tengo la convicción de que no solo debe mostrarse lo perfecto. No soy un arlequín




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